Cuba tiene una cocina con acento propio, rica y variada.
Por cocina cubana se entiende no sólo aquellos platos típicos, sino cualquier comida que se adapte a nuestro paladar e idiosincrasia y que, en resumen, haya sido preparada a la cubana. Preferimos el zumo de naranja agria para condimentar las carnes rojas, y el de limón para pollos, pescados y mariscos.
Elemento indispensable para el adobo en nuestro país es el ajo, el tomate, el ají, la cebolla, la pimienta, el comino, otras especies secas y algunas hierbas aromáticas. Se trata de una cocina que usa poco el picante y donde la salsa no mata nunca el sabor auténtico del plato.
El ajiaco criollo, del que existen varias versiones, es el plato nacional; es, en esencia, el conjunto de vegetales y frutos del huerto con varios tipos de carne guisados al mismo tiempo.
El patrón alimentario del cubano incluye el arroz, como cereal básico, un guiso de frijoles, algún alimento frito, el dulce, gusto que impuso, ¡y de qué manera!, la industria del azúcar.
Una cena cubana típica no deja fuera esa gloria de la culinaria nacional que es el congrí (guiso de arroz con frijoles colorados) y la carne de cerdo asada o frita, plato que se acompaña con deliciosa yuca salcochada y aderezada con un mojo de naranja agria y ajo, y con un platillo de plátanos verdes fritos y aplastados a puñetazos, los llamados tostones.
Tan cubana como esa cena podrían ser un plato de arroz con pollo, unos tamalitos, o para los que prefieren el carnero, un buen chilindrón de esa carne que no rechazaría el gourmet más exigente.