El pueblo de Cuba —primero colonia española y luego neocolonia de Estados Unidos— ha buscado las más diversas maneras de oponerse a los poderes que lo oprimen. Esto influyó en la manera de hablar de las masas, quienes poco a poco fueron conformando una forma de expresarse paralela y, en ocasiones, opuesta o enfrentada a la de las clases explotadoras.
Grupos marginados como los negros esclavos, defendieron sus vocablos y sonidos celosamente, los que llegarían a formar parte del habla cotidiana. El legado indígena, aunque en otros aspectos no es tan evidente, en el habla sí está bastante presente y podemos argumentar con numerosos términos de ese origen contenidos en la norma cubana.
Entre las voces amerindias y los afronegrismos que todavía hoy se utilizan, están las palabras de origen indígena: batey, bibijagua, bijirita, bohío, Cuba, guasasa, guayo, güije, jutía, yagua; y las de origen africano: ampanga, bemba, babalao, bilongo, cumbancha, ecobio y moropo.
De Europa llegaron también voces de grupos populares, como las germanías o los gitanos, junto con sonidos y signos de otros idiomas como el inglés, el francés o el italiano. Estas fuentes, unidas con otros elementos, fueron conformando los primeros vestigios de un lenguaje popular en Cuba.
Según el escritor y periodista cubano, Argelio Santiesteban, en su libro El habla popular de hoy, una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo, los primeros rastros de una forma de hablar cubana con personalidad definida, se encuentran en las décimas y seguidillas "Al sitio y toma", en ocasión del ataque y la conquista de la capital por los ingleses.
Con el triunfo de la Revolución en enero de 1959, se delinearon y reforzaron aún más características que han continuado renovándose durante las últimas décadas.
Numerosos son los ejemplos de las "creaciones" que han nutrido la forma de hablar de los nacionales. Entre cubanos, necesidad de ver a una persona "tinta en sangre" no significa que existan sentimientos homicidas hacia ella, sino que urge contactarla contra viento y marea. "Estar trabajando para el inglés" no es haber sido contratado por un británico, sino esforzarse por un beneficio ajeno. Una "flauta" puede no emitir sonido musical alguno, teniendo en cuenta que este término se utiliza en muchas ocasiones para referirse a una barra de pan. "Nereida" no es una musa sino un adverbio de negación; "sata" es una mujer coqueta y "ponina" es una colecta.
La cercanía geográfica a los Estados Unidos y la condición de Cuba como neocolonia norteamericana durante la primera parte del siglo XX, contribuyó a la introducción de vocablos y sonidos de origen anglosajón, que también enriquecieron el vocabulario cubano. La importación de equipos provenientes de empresas con nombres en inglés dejó también su huella. Para los cubanos un interruptor eléctrico es un "catao", trascripción fonética de cut out o switch y el refrigerador devino frigidaire.
Entre otras expresiones, nos hemos apropiado del archiconocido OK convirtiéndolo en "¡Ocá!". Igualmente resulta curioso cómo la difusión de creaciones del género "Oeste" en nuestros medios, en las cuales se mencionaba frecuentemente la palabra Yuma (pueblo de Arizona), hizo que por los primeros años del siglo pasado se comenzara a llamar "Yuma" a los Estados Unidos de América y un "yuma" equivaliera a un norteamericano.
La revolución haitiana trajo a Cuba, más particularmente a la zona oriental, un número considerable de colonos franceses y, con ellos, se quedaron en nuestro español algunas voces galas: por ejemplo: "bidel" (bidet) y "creyón" (lápiz labial, del francés crayon).
Las germanías, hermandades de truhanes que florecieron en España hace varios siglos, y el caló, lengua de los gitanos, aportaron muchos de los vocablos que hoy se consideran creación de cubanos con nivel cultural poco elevado. Entre ellas "afanar" (robar), "arañar" (hurtar), "palmar" (perder el dinero), "gao" (casa), "puro" (padre), "jamar" (comer) y "bisne" (que por un lado nos recuerda el business del inglés y por otro es el infinitivo de "cambiar" en caló.)
Todos estos elementos, unidos a otros de carácter más general y aceptados por la inmensa mayoría, conforman el glosario popular de nuestra lengua, aderezado siempre de buen humor y picardía.
Argelio Santiesteban asegura que "todo lo anteriormente dicho no atenta contra la siguiente aseveración: en Cuba se habla tan buen español como el mejor, pues las modificaciones citadas no son patrimonio exclusivo nuestro sino que, junto a otras, comprenden a gran parte del mundo hispanohablante".