Nuestros primeros habitantes en la Isla comenzaron a morir en masa al no soportar los rigores de la "civilización". Sin embargo, el consumo del tabaco ya había prendido entre quienes llegaban de España. Andando el tiempo fueron otros isleños, los canarios, quienes desarrollaron las plantaciones, acumularon conocimientos y transmitieron a sus descendientes este saber hacer. Hasta nuestros días, son célebres las familias que, generación tras generación, se dedican al cuidado de una vega, a las mil y una labores que requiere esta planta delicada.
La extraña adicción de los indios también fue ganando adeptos allende los mares. Resultó tal el éxito del producto humeante que el propio rey español intervino en el asunto en el siglo XVII, cuando advirtió a sus súbditos residentes en La Habana que en otros lugares "están mezclando el tabaco local -inferior- con la hoja cubana para mejorar la calidad".
El Habano ha devenido el rey de los tabacos porque el mundo entero proclama su supremacía y disfruta al máximo el ritual que impone fumarlo, en sus más de treinta marcas de gran prestigio.