A veces cambia de color, agrega un ornamento por aquí o quita una costura por allá. Dispuesta a la cirugía con el paso de los años, pero negada a envejecer, la guayabera goza hoy de buena salud y amenaza emular con la longevidad de Matusalén.
El origen de esta camisa es bastante confuso. Panameños, mexicanos, filipinos y cubanos se disputan el mérito de su creación. Para complicar aún más el asunto, en Cuba hay varias versiones que coinciden en otorgar la paternidad de la prenda nacional a un inmigrante español.
Como para que no queden dudas, en la ciudad de Sancti Spíritus ofrecen las señas del invento con todas las de la ley: fecha, lugar y nombre del creador.
Aseguran que en el año 1709 llegó a estas tierras Joselillo Pérez Rodríguez, un alfarero procedente de la legendaria ciudad española de Granada. Necesitado de un traje cómodo para trabajar, que le permitiera además llevar consigo el gustado tabaco, le encargó a su esposa la confección de una camisa amplia y fresca, con grandes bolsillos a cada lado. Presta, Encarnación Núñez García cosió lo que le había pedido su esposo. A Joselillo le satisfizo de tal modo, que empezó a usar el traje a diario y cuentan que, tras él, se aficionaron los campesinos del lugar.
Por haber nacido en las márgenes del río espirituano del Yayabo, a la camisa se le empezó a llamar yayabera y, con el correr del tiempo, derivó a guayabera. Créalo o no lo crea. Otros afirman que el extraño nombrecito tiene demasiado parecido con el de la guayaba. Y no hay más que un paso del hecho real a la suposición de que la citada prenda haya servido en sus inicios para cargar estas sabrosas frutas en sus bolsillones tipo jabas.
Lo cierto es que esta camisa larga, que se lleva por fuera del pantalón, ganó adeptos por doquier. Primero fueron los guajiros, quienes terminaron por convertirla en el "uniforme oficial" de sus fiestas domingueras. Luego los veteranos de las guerras de independencia las exhibieron por las ciudades, con dos aditamentos que simbolizaban su condición: una bandera cubana y sus medallas de combatientes. Con el correr de los años, los políticos de la recién estrenada república las empezaron a usar también: los liberales con pañuelos rojos al cuello y los conservadores con pañuelos amarillos.
Hoy, la camisa de tela ligera, amplios bolsillos y bandas de alforcitas o plisados, se pasea por campos y ciudades por igual. Lo mismo se le puede ver en un guateque guajiro que en los salones donde sesiona el Parlamento.
Paradójicamente, es una prenda de uso común y de gala a la vez, la única en Cuba capaz de desplazar al traje "de cuello y corbata" en una gran ocasión.