Al ser testimonios de una cultura agrícola casi inexistente en otros sitios del mundo, las ruinas de seis haciendas cafetaleras desarrolladas por inmigrantes franceses a inicios del siglo XIX añaden valor histórico a la belleza de la Sierra del Rosario.
Los galos, huídos a Cuba tras los sucesos de la Revolución de Haití, fomentaron ese cultivo en las montañas de la zona suroriental del país y en menor medida en esta área pinareña, ubicada a 51 kilómetros al oeste de La Habana.
Transitadas dos centurias, se conservan vestigios de los cafetales Buena Vista, Santa Serafina, La Victoria, San Pedro, Santa Catalina y La Unión, donde es apreciable el alto grado de especialización con que fueron diseñados.
En esos lugares, junto a restos de la configuración original de los campos, permanecen como mudos testigos disímiles técnicas agrioindustriales y muestras de una arquitectura igual a la incinerada por los europeos antes de abandonar Haití, a causa de los hechos de 1789.
Pueden apreciarse elementos originales de viviendas, plantaciones, caminos, despulpadoras y secaderos, que son ocupación constante de especialistas pinareños interesados en preservar esa parte de la historia antillana, que en este caso se alza entre las nubes en parajes de singular belleza.